Cristina Ybarra y José Ramón Foraster son pareja en dos ámbitos clave de la vida, el sentimental y el profesional. Fuera de casa componen Foraster Arquitectos, un estudio con sede en la plaza del Museo donde la amplia variedad de proyectos que han afrontado se resuelven con una equilibrada dosis de elegancia y exquisita ejecución. Suya es la rehabilitación de señeros edificios de la alta burguesía de Bilbao y Getxo, como los palacios Ampuero y Vargas, y la Casa Encantada del paseo Basagoiti; también la transformación del Teatro Ayala en el moderno gimnasio y spa UP Fitness Club . Y en clave moderna han diseñado viviendas que se han visto en revistas como Arquitectura y Diseño y en la web sobre arquitectura más visitada del mundo, Archdaily. Propuestas para trabajar fuera no les han faltado, pero no ha habido posibilidad de emigrar porque, sencillamente, aman su ciudad.

¿Qué edificios definen mejor Bilbao para vosotros?

Cristina: Es evidente que, sin el Guggenheim, Bilbao no sería la ciudad que conocemos hoy. Nos sigue costando asimilar que un proyecto tan arriesgado tuviera éxito aquí. El tópico de “es que somos de Bilbao” se hizo realidad de una manera impresionante. Y algo debemos de tener, porque es una fórmula que se ha intentado replicar por todo el mundo y en casi ningún lugar ha funcionado.

José Ramón: Lo bueno del ‘efecto Guggenheim’ es que ha sido un proyecto muy bien acompañado, con otros edificios que también nos gustan mucho, como el Paraninfo de la UPV, que firma el Pritzker portugués Álvaro Siza, al que admiramos; el centro cultural de la Alhóndiga, muy criticado pero para nosotros una excelente puesta al día de un edificio industrial (que por cierto construyó mi bisabuelo Ricardo Bastida); o dos trabajos en fachadas espectaculares: en la biblioteca de la Diputación Foral y en el Club Deportivo.

Cristina: Por nuestra parte, estamos muy orgullosos de haber participado en la reforma del Museo de Bellas Artes. El edificio lo vemos todos los días desde la ventana de nuestro estudio y no nos podemos quejar del resultado [risas].

José Ramón: Tampoco nos podemos olvidar del viejo Bilbao, con curiosidades como el ascensor del Casco Viejo, o el que fue durante muchos años el gran rascacielos de Bilbao, la torre del BBVA, cuyo color de fachada, mezcla de rojo-fundición y azul-acero, representa el que ha sido y es nuestro gran motor económico: la industria.

Como bilbaínos de pro, seréis de buen comer. ¿Cuál ha sido vuestro último descubrimiento?

José Ramón: Una cena medio informal en la Galería Epelde y Mardaras junto a unos amigos. La comida, sin complicaciones, estuvo muy bien. Y mejor fue el escenario, entre obras de arte en uno de los viejos palacios del Casco Viejo. Otro que tenemos que recomendar es el japonés Shibui, que nosotros reformamos y con un sushi muy por encima de la media. En la calle Barroeta Aldamar estamos diseñando otro. Se llamará Sensifood y abrirá dentro de poco.

¿Con qué sabores de toda la vida os quedáis?

Cristina: Con los del restaurante Monterrey, en la Gran Vía. Sencillamente, no falla. Materia prima de calidad y ya está. ¿Hay mejor forma de alcanzar la felicidad que con el escalope con patatas que sirven ahí?

Y si queréis epatar a un visitante de fuera, ¿por qué os decantaríais?

José Ramón: Por el restaurante Etxanobe, en el Euskalduna. Es cocina vasca actualizada, evolucionada, con una historia detrás para contar. Fernando Canales no se va, entendámonos, por los cerros de Úbeda.

¿Cuáles son vuestras tiendas favoritas?

Cristina: Musi Artea, en el centro comercial de Getxo. Es ropa recién importada de Francia. Encuentras de todo, para cualquier ocasión. Además, hay comercios de toda la vida por lo que siento especial devoción, como las pastelerías de Zuricalday o la charcutería La Moderna.

José Ramón: En el apartado moda me decanto por los trajes a medida de la sastrería Cardenal, en la Gran Vía. Para más de sport, las tiendas For. Pero si algo me gusta de verdad son las papelerías. Soy feliz en ellas. Desde que tengo uso de razón me han encantado. Tocar y oler papeles de diferentes gramajes, probar lápices y pinceles… En Bilbao me suelo acercar a Amaste y a Goya, donde por supuesto tengo cuenta.

¿A dónde acudís para haceros regalos entre vosotros?

Cristina: Miro entre las novedades de arquitectura en la librería Cámara o busco algún complemento en la sastrería MAN.

José Ramón: Una joya de Manolo Arbaiza seguro que le encantaría y con algún equipo de golf como los que encuentras en Westerly (Getxo) también sé que acertaré. Aunque, a la hora de la verdad, el mayor triunfo es presentarme en casa con una película clásica para ver después de cenar.

 Describid un día perfecto en Bilbao.

José Ramón y Cristina: Si nos permitís, vamos a salirnos un poco fuera de Bilbao. Por la mañana conducimos hasta el restaurante Eneperi para subir hasta San Juan de Gaztelugatxe. Con el hambre que surge después de subir sus escaleras, nos acercamos al puerto de Mundaka a tomar el aperitivo. Comemos en el Baserri Maitea dominando con la vista la ría de Gernika. Por la tarde paseamos por el bosque de Ibarrola y acabamos contemplando la puesta de sol desde la playa de Laga. Una ópera por la noche en el Arriga sería el perfecto colofón, aunque no sabemos si estaríamos muy cansados.