Texto Jezabel Sendino / fotografías Pablo Urkiola

Un mago, malabaristas y acróbatas; una banda de blues en directo, ponche, paté de campaña y sandwiches de pepino… es sólo el comienzo del día.

Los viandantes que aún no han descubierto su lado “Resi”, se preguntarían qué pasaba ayer en Bilbao, y más en concreto, qué pasaba en la calle Barraincúa; por qué ese revuelo de gente en el pequeño tramo de calle que une Heros con la gran Alameda Rekalde.

Y es que es raro que una propuesta así salga de un pequeño bar y no desde el ayuntamiento. Quizá sea porque el Residence “is the most unusual bar” y ayer cumplía 10 años. Un número redondo que había que celebrar por todo lo alto y todo lo ancho de la calle.

El día no podía empezar mejor, un sol radiante parecía haberse contratado junto con el trocito de calle acotado para la gran fiesta.

Se abre el telón y aparece en escena: una mesita camilla con el maletín propio de un galeno y los utensilios necesarios para elaborar un ponche; un carrito de servicio decorado con rosas y pepinos, que nos da pistas sobre su marca/lugar de origen; y dos mesas auxiliares con bandejas repletas de sándwiches para ir abriendo el apetito…

Entra la música en escena: Pablo Almaraz, John Bolduan y David Martín son los responsables de poner la banda sonora al día…

A las 13:30 los invitados empiezan a llegar, (no se olvidan de traer sus mejores y más inusuales galas…) y desde entonces la calle es un ir y venir de felicitaciones, cocktails, risas, las creaciones culinarias de Gorka Mirantes renovando cada espacio en blanco de esa mesita auxiliar… y cada momento! Pues es de tradición que con el postre el anfitrión deba dedicar unas palabras a sus invitados… sólo que en este caso las palabras de Manuel Iturregui fueron entonadas en una animosa canción. (Apuesto a que esa canción era de Muddy Waters…)

Era de prever que llegaría la tarde y la gente seguía acudiendo a celebrar ese número 10; y cada vez que un nuevo invitado se unía a la fiesta, debía de saludar uno por uno al resto de los asistentes, porque así es el Residence como una pequeña-gran familia…

A las 19:30 se unió un invitado de lo más “unusual”, el zepelín de Hendrick´s y las voces de Pablo y John junto con la compañía del contrabajo de Dabid volvieron a la escena.

Llegaba el momento de despedirse, y a la complicada y difícil tarea de una despedida había que añadirle una cálida tarde de verano y una agradable compañía; donde el hambre y la sed no podían ser la excusa, por lo que se hacía casi imposible el simple hecho de marchar…

Sólo la propia despedida en sí facilitaba la ardua tarea: “¡Zorionak y hasta mañana!”